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Caso Beilis.

Actualizado: 5 ago

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El libelo de sangre contra Mendel Beilis
El infame juicio por asesinato ritual en el año 1913 en Kiev, conocido como el "caso Beilis".

En 1911, Mendel Beilis era un hombre común que trabajaba en una fábrica de ladrillos en Kiev, Rusia, cuando repentinamente se convirtió en el centro de atención internacional. La acusación en su contra era antigua: lo acusaban de haber matado a un niño cristiano para usar su sangre en la elaboración de matzá para Pésaj.


Beilis fue arrestado y encarcelado. Grupos cristianos comenzaron a propagar rumores de que los judíos querían verlo muerto para no comprometer su "práctica de Pésaj”.


En un momento, su abogado le advirtió que un grupo ultranacionalista y antisemita llamado Centurias Negras intentaría envenenar la comida que recibía a diario de su familia, y trataría de culpar a los judíos por su muerte. Beilis entonces pidió que le autorizaran comer de la "olla de los plebeyos", un balde de comida putrefacta que se colocaba en el centro de cada celda. Los prisioneros se veían obligados a compartir las pocas cucharas disponibles, y los baldes también se usaban para lavar la ropa sucia.


Por repulsiva que fuera la perspectiva, Beilis sabía que estaba en juego su supervivencia. Pero las autoridades penitenciarias rechazaron su solicitud, diciendo: "Comerás lo que se te de, o morirás de hambre. No habrá privilegios especiales para ti.”


Beilis respondió declarando una huelga de hambre. Dada la atención internacional que ya había generado el caso, las autoridades de la prisión se vieron obligadas a ceder después de tres días, y le permitieron participar en la comida comunal.

La ley rusa impedía las visitas familiares hasta que se fijara una fecha para el juicio. Como el juicio se posponía una y otra vez, Beilis estaba tan angustiado que pensó en suicidarse. "La muerte es mejor que esta vida", escribió. Sin embargo, lo pensó mejor y entendió que el caso no era sólo sobre él. "Mi muerte dejaría una mancha en los judíos", razonó. "Los que odian a los judíos dirían que lo hice porque no pude probar mi inocencia, o que los judíos me mataron para que no se expusiera la verdad”.

Este pensamiento lo sostuvo durante dos años de encarcelamiento y un juicio histórico, del cual salió como un héroe improbable y reacio.



Sus primeros años

Menajem Mendel Beilis nació en 1874 en una familia judía observante.

Creció en un pequeño pueblo y estudió en el jeder local, una escuela primaria judía. Cuando era un niño, fue reclutado en el ejército del zar, una práctica destinada a promover la asimilación.

Aunque conocía algunos conceptos básicos sobre el judaísmo, en su autobiografía La historia de mi sufrimiento, escribió: “No tuve la oportunidad de aprender sobre la observancia judía en profundidad”.


Después de casarse con su esposa, Ester, comenzó a trabajar en una fábrica de ladrillos que pertenecía al tío de ella en la ciudad de Mezhgorye, Ucrania. Posteriormente, se convirtió en el supervisor de una fábrica de ladrillos en Kiev. “Mi trabajo se limitaba a la oficina, donde estaba a cargo de las ventas y el envío”, recordó. Describió su vida como tranquila junto a sus vecinos rusos.

La joven pareja practicaba el judaísmo tradicional, cumpliendo con muchas observancias, pero no todas.


La fábrica de Kiev se encontraba en un distrito donde no les permitían vivir a los judíos.

A solicitud del dueño de la fábrica, a Beilis le otorgaron un permiso especial de las autoridades locales para vivir en el terreno de la fábrica.

Esta situación le impedía asistir a los servicios de la sinagoga o ser parte de una comunidad judía.

La fábrica abría los sábados, día de descanso judío, y él participaba en parte del trabajo diario.

Beilis tenía reputación de ser un hombre compasivo y honesto.

Cuando estallaron pogromos en toda Rusia en 1905, los Beilis, siendo los únicos judíos de la zona, estaban en inminente peligro, hasta que un sacerdote local acudió en su ayuda. Beilis le había vendido al sacerdote ladrillos para su orfanato a un precio con descuento, y ahora el sacerdote fue a la policía local, instándolos a proporcionar una guardia privada para la familia Beilis.

En otro gesto de bondad, Beilis permitía regularmente que los cortejos fúnebres pasaran por los terrenos de la fábrica de ladrillos, ya que era la ruta más directa desde la ciudad hasta el cementerio del distrito.

Una fábrica cercana, dirigida por un cristiano, no lo permitía.

Beilis tomaba su trabajo en serio y se aseguraba de que sus trabajadores hicieran lo mismo. “Todos sabemos que Beilis es un hombre honesto”, testificó un trabajador en su juicio.

“Le agradecía a Dios por lo que tenía y estaba contento con mi vida”, escribió Beilis. “Después de todo, tenía una posición segura y respetable... esperaba pasar el resto de mi vida satisfecho”.



Libelo de sangre

El destino quiso lo contrario. Beilis se convertiría en el centro de una trama extraña, inventada por un grupo de furiosos antisemitas y promovida por algunos de los funcionarios más altos del imperio zarista.


El zar Nicolás II no era amigo de los judíos. Durante su reinado, unas 450 leyes regulaban desde dónde podían vivir los judíos hasta qué tipo de negocios podían poseer. Siguiendo la costumbre de los antisemitas, él culpaba a los judíos de todos los disturbios políticos, y a medida que la revolución se acercaba a Rusia, había mucho de qué culparlos.

El caso Beilis fue un clásico libelo de sangre, una invención que se remonta a un monje galés, Thomas de Monmouth, quien escribió un libro en 1150 investigando el asesinato de un niño de doce años en Norwich, Inglaterra. Desesperado por probar que el niño era un mártir, introdujo la idea de que el asesinato ritual era un rito de Pésaj, la Pascua judía. Él también sentó las bases de la sofística y la obtusa indiferencia que marcarían todas las subsecuentes acusaciones de asesinato ritual judío.


En 1235, después de que cinco niños cristianos fueran asesinados en Fulda, Alemania, los residentes y cruzados acusaron a los judíos de asesinato ritual y quemaron a treinta y cuatro personas en la hoguera. Los historiadores suponen que la acusación surgió de la imaginación de aquellos que conocían la calumnia original de Thomas.

Casi setecientos años después, el 20 de marzo de 1911, el cuerpo de Andrei Yushchinsky, un niño de trece años y estudiante de la escuela religiosa de Kiev, fue encontrado por dos niños que jugaban en una serie de cuevas, un destino popular para los cazadores de tesoros. Uno de los niños corrió hacia su padrastro, quien llamó a la policía. La noticia se difundió rápidamente, y “multitudes de curiosos rodearon la cueva en un círculo espeso”, señaló un informe de periódico. Gran parte de la evidencia fue alterada por los primeros curiosos.


Detuvieron a varios sospechosos, incluida la madre, el padrastro y otros familiares de la víctima.

A pesar de la falta de pruebas que apoyaran su acusación, las Centurias Negras acusaron inmediatamente a los judíos de asesinar a Andrei con fines rituales. En el funeral, realizado pocos días antes de Pésaj, cayeron sobre el cementerio pequeños folletos blancos que decían: “¡Cristianos ortodoxos! ¡Los zhids [judíos] torturaron hasta la muerte a Andrusha Yushchinsky! ¡Cada año antes de Pésaj torturan a decenas de niños cristianos para mezclar su sangre en su matzá…

Un joven llamado Nikolai Pavlovitch fue arrestado bajo sospecha de incitación a la violencia por distribuir los folletos inflamatorios. Pavlovitch no sólo era miembro de las Centurias Negras, sino que también estaba asociado con la Unión del Pueblo Ruso y el Águila Bicéfala, todos grupos extremistas de derecha.


A pesar de que la familia Yushchinsky seguía siendo sospechosa, presuntamente motivada por una letra de cambio de una gran suma de dinero que el padre del niño le había dejado, otro posible sospechoso estaba siendo investigado. Vera Cheberyak era la madre del mejor amigo de Andrei, Yevgeny, quien había sido la última persona en ver a Andrei antes de su desaparición. La Sra. Cheberyak era la líder de una banda violenta de ladrones que vivían en el barrio donde se encontró el cuerpo.


Cuando un periódico local publicó un artículo alimentando la acusación de asesinato ritual, Vasily Feneko, “magistrado de investigación de casos especialmente importantes” de Kiev, emitió un llamamiento a la calma: “Ni las circunstancias ni el motivo del crimen han sido establecidos. El magistrado de investigación solicita a todas las personas que tengan información sobre este caso que se la comuniquen, ya sea verbalmente o por escrito.”

Después de que la investigación oficial llegara a un callejón sin salida, los Centurias Negras criticaron a la policía por su fracaso. Insistieron en que los judíos debían ser investigados de inmediato, pero los fiscales aún dudaban. El fiscal principal, Nikolai Brandorf, y el Sr. Feneko consideraban que las acusaciones eran absurdas. Los hallazgos del forense sugerían que el asesinato había sido un acto de venganza, no un derramamiento de sangre ritual.

La primera mención de Mendel Beilis ocurrió en una declaración de mayo de Vladimir Golubev, un estudiante de la Universidad de Kiev que encabezaba el grupo juvenil del Águila Bicéfala. Golubev decidió investigar por su cuenta, comenzando con los judíos.

Él le dijo a la policía que cerca de la cueva donde se encontró el cuerpo había una propiedad judía, y “el encargado de la propiedad y la fábrica de ladrillos es un tal judío llamado Mendel… quien, después del descubrimiento del cuerpo de Yushchinsky, se comportó de manera extraña, dando dulces a los niños y pidiéndoles que no dijeran nada a la policía”.


Golubev fue implacable en fabricar pruebas, presentando numerosos “testigos” y testimonios inventados. Presionado por el hecho de que la investigación había fracasado de otro modo, y la indignación pública por el arresto de la madre y los familiares de Andrei, el fiscal principal, Grigory Chaplinsky, tomó la decisión trascendental de arrestar a Beilis el 22 de julio de 1911.


Beilis recordó el evento en su autobiografía: "De repente escuché que golpeaban con fuerza en la puerta, un golpeteo tan fuerte que pensé que, Dios no lo quiera, había un incendio en la fábrica. Salté de la cama y corrí descalzo a abrir la puerta. Apenas la abrí, aproximadamente doce hombres irrumpieron gritando a voz en cuello: '¿Eres Beilis? ¡Estás arrestado! ¡Arrestado!' Me rodearon por todos lados, parándose firmemente como si temieran que pudiera escapar. Intenté preguntarles: '¿Por qué? ¿Qué pasó?'.

Le dijeron que pronto lo sabría, y lo condujeron a una caminata de tres kilómetros hacia la cárcel local. Así comenzaron dos largos años de encarcelamiento bajo el cargo de ser parte de un "grupo marginal" de judíos, los jasidim, que habían asesinado a Andrei Yushchinsky.

En verdad, Beilis no sabía qué era un jasid. Fundado por Rav Israel ben Eliezer en el siglo XVIII, el movimiento jasídico fue inicialmente rechazado por muchos judíos eruditos, quienes se llamaban a sí mismos mitnagdim, "oponentes". Para el momento del juicio, estas diferencias, en su mayoría, ya eran historia.


Cuando los interrogadores le preguntaron si era jasid o mitnaged, Beilis respondió: "Soy judío y no sé la diferencia entre estos dos grupos. Todos somos judíos".


Drama en la Corte

El 25 de octubre de 1913, el Sr. Beilis fue conducido a una sala de juicio rodeado de guardias. Los procedimientos fueron abiertos a la prensa, con unas 150 organizaciones periodísticas, principalmente extranjeras, cubriendo los eventos diarios. Muchos lo publicaron de manera destacada en sus portadas.

En ese momento, el sistema judicial ruso era muy respetado por el mundo occidental. Los juicios rusos eran bastante informales y menos sistemáticos que los occidentales. Se permitía a las personas interrumpir con preguntas en cualquier momento, incluso al juez y al acusado.

Los procedimientos legales fueron mayormente observados. Hubo declaraciones, y el juez parecía tener prejuicios a favor de la fiscalía. Sin embargo, su caso era asombroso y absurdo, lo que se hace evidente al leer las transcripciones del juicio.

Beilis fue representado pro bono por cuatro abogados de renombre con experiencia en casos de incitación contra minorías. La fiscalía, en contraste, tenía un equipo mediocre, uno de cuyos miembros era Alexei Shmakov, un notorio antisemita que decoraba su estudio con fotos de narices judías.


Los procedimientos comenzaron con el juez interrogando al Sr. Beilis:

¿Cuál es su nombre? Menajem Mendel Tevie Beilis.

¿Cuántos años tiene? Treinta y nueve.

¿Cuántos hijos tiene? Cinco.

¿Su lugar de residencia permanente? Kiev.

¿Es judío? ¡Sí, judío!

Esta última respuesta fue dada a gritos. Como él mismo escribió en su autobiografía: "No reconocí mi propia voz cuando respondí."


Los procedimientos fueron muy agotadores para Beilis, quien lloró repetidamente durante su testimonio. Sus emociones claramente incomodaron al juez y conmovieron a muchos de los espectadores, pero como escribió un reportero: "Es obvio que Beilis no es un hombre quebrantado. [Tenía una] expresión de sufrimiento, no de una persona tímida o sumisa, sino de una indignada".


El Proceso

Sin embargo, a medida que pasaban los días parecía que el caso no se trataba realmente de Beilis, cuyo nombre apenas se mencionaba. Como escribió un periodista en el Kiev Opinion, "Debemos informar a nuestros lectores de una noticia excepcionalmente interesante: Beilis ha dejado de ser un acusado".

Los historiadores señalan que el enfoque del juicio era vindicar a la Sra. Cheberyak al inventar que debió haber sido Beilis quien lo hizo. La gánster femenina, que había dado numerosas declaraciones y sólo en la última nombró a Beilis, fue una de las testigos estrella de la fiscalía.

Ella alegó que su hijo, quien estaba muerto para el momento del juicio y no pudo testificar, le había contado que había estado jugando con Andrei Yushchinsky en el molinillo de arcilla de la fábrica de ladrillos, y que Mendel Beilis los había visto y perseguido. Sólo su hijo había podido escapar.


Incapaz de recordar su red de mentiras, la Sra. Cheberyak pidió que el reportero de la corte leyera en voz alta sus declaraciones previas antes de comenzar a testificar. El juez rechazó su solicitud, y ella tropezó repetidamente con su propio testimonio contradictorio, diciendo a menudo que no podía recordar.


Una mentira obvia quedó expuesta cuando se le presentó el testimonio de su esposo. Su esposo, a quien ella había cegado años antes arrojándole ácido en los ojos, declaró que su hijastro le había contado sobre el incidente con Beilis inmediatamente después de que ocurriera. El abogado defensor preguntó si esta información también había sido compartida con la Sra. Cheberyak y, de ser así, por qué no había mencionado a Beilis en su primera declaración.

"No le presté atención y no le di importancia," respondió ella, dañando gravemente su credibilidad.

En el undécimo día del juicio, la Sra. Cheberyak afirmó que su hijo había ido recientemente a comprar leche de Beilis, quien en algún momento había tenido una vaca, y vio a dos judíos extrañamente vestidos con largos trajes negros. La fiscalía sostenía que eran jasidim, los cómplices de Beilis en el asesinato. Pero la Sra. Cheberyak no sabía que la vaca había sido vendida en septiembre de 1910, y se presentaron testigos para demostrar ese hecho.

El testimonio de varios faroleros socavó aún más las declaraciones de la Sra. Cheberyak. Llamados por la fiscalía, sus declaraciones contenían muchas versiones contradictorias de los mismos eventos. El juez interrumpió y comenzó a interrogarlos él mismo:

¿Acaso los detectives les dijeron que testificaran contra Beilis?

Los detectives nos dieron de beber vodka. Nos dijeron que dijéramos esto y aquello.



¿Por qué hubo tantos cambios en su testimonio?

¿Los entrenaron sobre lo que deben decir?

Por supuesto.

¿Les dieron licor hasta que se emborracharan?

Sí, hasta que nos emborrachamos.


Cuando llamaron a declarar a Golubev, quien originalmente había fabricado la calumnia de sangre, él declaró apasionadamente que Beilis provenía de una larga línea de personas justas, tzadikim. Se refería a la dinastía de Jabad, cuyo tercer líder fue Rav Menajem Mendel Schneersohn. Beilis no sólo tenía una estirpe distinguida, sino que, según Golubev, él mismo era un tzadik. Ante esto, Beilis estalló en carcajadas.

A medida que el juicio llegaba a su fin, la fiscalía comenzó a llamar a supuestos expertos para explicar las prácticas y rituales judíos. Uno de ellos fue Justin Pranaitis, un sacerdote católico que fue presentado como una autoridad sobre el judaísmo. En un intercambio humorístico, la defensa le preguntó: "¿Dónde vivía Baba Batra y por qué era famosa?" La palabra "baba" en ruso significa una mujer anciana. Se presumía que el Sr. Pranaitis no sabría que Baba Batra es un tratado talmúdico, del que él afirmaba ser un experto. "No sé," respondió, lo que hizo que la sala del tribunal estallara en carcajadas. Un espectador tuvo que ser escoltado fuera de la sala.


La vida en prisión

La vida en prisión fue miserable. Beilis anhelaba noticias de su familia y, al principio, se sintió completamente abandonado. El futuro lo atormentaba. "¿Cuándo terminarán mis desgracias?", escribió.

En una ocasión, fue hospitalizado cuando sus pies se hincharon e infectaron por caminar descalzo sobre el frío piso de cemento de la prisión. El médico de la prisión trató sus pies sin anestesia, diciéndole: "Bueno, Beilis, ahora sabes por ti mismo cómo se siente ser cortado".

Fue acusado después de ocho meses, y sólo entonces le permitieron reunirse con sus abogados. Al enterarse de que estaba siendo defendido por varios abogados rusos exitosos, se sintió optimista de que podría ser liberado.

Pronto supo de un compañero de celda, que fue interrogado por las autoridades, que el caso en su contra era débil. "Están buscando la nieve de ayer", le dijo el hombre.

El heroísmo y sacrificio de Beilis continuaron durante su encarcelamiento. Ya había estado en prisión durante un año cuando un general que estaba de visita le informó que pronto sería liberado. "¿Por qué motivos?", preguntó Beilis. El general respondió: "Se celebrará el jubileo del tricentenario del reinado de la dinastía Romanov. Habrá un manifiesto que perdonará a todos los prisioneros”.


Beilis declaró que no se iría, incluso si se le ordenaba hacerlo. "Aunque me amenacen con dispararme, no me iré sin un juicio. Soy lo suficientemente fuerte como para sufrir hasta entonces", dijo.

En otra ocasión, un guardia de la prisión le dijo que si tan sólo confesaba "la verdad", (es decir, que él había asesinado al niño), le darían todo lo que quisiera e incluso le permitirían salir de Rusia.

El prisionero respondió rápidamente: "Tienes razón", dijo Beilis. "El mundo está esperando escuchar la verdad. La verdad real saldrá durante el juicio”.

Aunque su educación en la Torá había sido interrumpida cuando fue reclutado por el ejército, Beilis escribió: "Todavía recordaba algunas palabras de mis días en el jeder, como '¿Eizehu guibor? Hakovesh et itzró' (¿Quién es valiente? El que conquista su inclinación al mal). Este versículo flotaba constantemente frente a mis ojos cuando surgía el pensamiento del suicidio. Tenía que ser un héroe, dominar la inclinación al mal y vivir".


Absuelto

Al final del agotador juicio, el juez le preguntó a Beilis si tenía alguna observación final. "Podría decir mucho en mi defensa", declaró, "pero estoy cansado y no tengo fuerzas. Pueden ver que soy inocente y pido ser absuelto para poder ver a mis pobres hijos que me han esperado durante dos años y medio”. Beilis fue llevado de regreso a la prisión.


A la mañana siguiente, el jurado tenía que resolver dos cargos: si el caso tenía las características de un asesinato ritual y si Mendel Beilis era el asesino.

Una hora y veinte minutos más tarde, el jurado había alcanzado su veredicto. Beilis recordó su miedo al mirar los rostros sombríos del jurado, seguro de que su compostura apuntaba a un veredicto de culpabilidad. Se consoló con la idea de que todo el mundo estaba observando el espectáculo y que la verdad era conocida. "Eso me dio el coraje que necesitaba para aguantar hasta el final", escribió.

El jurado falló que, aunque la muerte tenía las características de un asesinato ritual, el Sr. Beilis era "no culpable" y se desestimaron todos los cargos. "Eres un hombre libre", le dijo el juez. "Puedes tomar tu lugar entre el público”. En la sala resonó un suspiro de alivio, seguido de lágrimas de felicidad y abrazos alegres. Beilis lloró abiertamente.

No obstante, los grupos radicales celebraron el ambiguo veredicto que había dado legitimidad legal a la calumnia de sangre, y organizaron una fiesta para la acusación en Moscú.


Héroes

Los historiadores han atribuido la absolución de Beilis a las muchas personas, tanto judíos como gentiles, que lo defendieron durante el juicio.

El propio Beilis expresó su gratitud a los gentiles rusos que lo defendieron. "Hubo verdadero heroísmo, un verdadero sacrificio", escribió. "Sabían que al defenderme sus carreras se arruinarían; incluso sus propias vidas no estarían a salvo. Pero persistieron, porque sabían que yo era inocente".

Dos meses antes de su muerte en 1934, Beilis le escribió a su abogado: "Nunca podré olvidarte. En tu trabajo, sufriste tanto como yo, y tu gran orgullo y coraje me dieron mucha fuerza. Recuerdo muy bien cuando tú, mi querido amigo, viniste a verme cuando estaba en la prisión de Lukianov. Cuando te vi por primera vez, inmediatamente me sentí reconfortado. Soy feliz. Dios me permitió vivir, y ahora puedo escribirte. No he vivido un solo día sin mencionarte".

El padre Alexander Glabolev, profesor de Kiev y una autoridad en religión judía, también defendió al Sr. Beilis. Cuando le preguntaron si existía un ritual judío para tomar la sangre de un niño para fines religiosos, lo negó rotundamente, señalando que la ley judía prohíbe claramente la ingestión de sangre, y que la práctica no se menciona en ningún texto judío. "[Es] contrario a los principios del judaísmo, tanto antiguo como moderno", dijo.


El magistrado de investigación Vasily Feneko también intentó detener la acusación, insistiendo en que no había evidencia que indicara que el Sr. Beilis, o alguien más asociado con la fábrica, estuviera involucrado en el asesinato.

Posteriormente él dijo: "Para demostrar la insuficiencia de la base para acusar a Beilis, anoté en un pedazo de papel todos los argumentos presentados por [el fiscal] Chaplinsky, y resultó ser una especie de combinación increíble de suposiciones y conjeturas, pero sin un marco lógico de patrón de evidencia. Cuando leí en voz alta esta vergonzosa acusación (desde mi punto de vista) y esperé que convenciera de la imposibilidad de acusar a alguien de asesinato, mucho menos por un propósito ritual, el efecto fue el contrario".

El ex detective Nikolai Krakovsky también defendió a Beilis. Él realizó una investigación independiente y concluyó que la Sra. Cheberyak era, al menos, cómplice del asesinato, y publicó sus hallazgos en un periódico importante. Fue encarcelado por socavar la acusación.

Beilis se sintió eternamente agradecido a estas personas.


Fama sin fortuna

La primera noche después de su absolución, Beilis no pudo dormir. "Esta fue mi primera noche de libertad. ¿Quién podría dormir en una noche así? ¿Quién podría desperdiciar momentos tan preciosos para dormir?" escribió. A la mañana siguiente, miles de personas se agruparon alrededor de su casa. Todos habían ido para felicitarlo.

Beilis quería regresar a una vida normal, pero no pudo; se había convertido en una celebridad. A medida que las personas seguían llegando a su casa, decidió internarse en un hospital para recuperarse de su encarcelamiento, pero incluso allí lo encontraron las multitudes. Entonces se rindió y regresó a su casa.

Tenía poco dinero, y sus ahorros se agotaban. Sin embargo, inicialmente decidió quedarse en Kiev para demostrarle a los Centurias Negras que no podían obligarlo a huir.

Más tarde se mudó a la Tierra de Israel (entonces Palestina), donde fue muy feliz. Sin embargo, pronto se vio obligado a escapar cuando estalló la Primera Guerra Mundial y Palestina se volvió peligrosa. Emigró a los Estados Unidos y se estableció en Nueva York, donde le dieron un apartamento sin renta en Hunts Point, Bronx. Para ganarse la vida comenzó a vender seguros y, eventualmente, escribió y publicó sus memorias.


Veinte años después de su liberación, le dijo al Jewish Daily Bulletin: "Todavía lo estoy viviendo. Nunca se va de mi mente. Despierto, pienso en ello, y por la noche mi sueño se ve perturbado por ello. Parece como si sólo ayer hubiera terminado la pesadilla y me convertí en un hombre libre de nuevo”.

Aunque se informó que era un hombre rico, no lo era. Rechazó ofertas de dinero de todo el mundo. Un banquero le ofreció un salario elevado sólo para que se sentara en su banco unas horas al día, pero el Beilis respondió que no explotaría su historia de vida para beneficio personal.

"Todas estas ofertas implicaban explotarme como judío y como víctima judía de una persecución cruel e injusta", le dijo al reportero. "Así que lo rechacé. Y hoy seguiría rechazándolo. Incluso ahora a veces se me acercan personas que quieren usar mi nombre".

Beilis nunca disfrutó de su vida en Nueva York, diciendo que el ritmo era demasiado rápido y que prefería Palestina.

Quizás lo que más satisfacción le dio fue la caída del régimen que lo persiguió. "Viví para ver cómo el podrido régimen zarista se desplomaba", dijo. "Viví para contar toda la historia, y eso es un milagro".


Mendel Beilis falleció el 7 de julio de 1934





 
 
 

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