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La "derecha" española


El concepto de "derecha" e "izquierda" en la política, nace en Francia en 1789 al principio de la Revolución Francesa. El origen de las palabras se refiere a la ubicación de los políticos en la Asamblea Nacional en esas fechas donde los burgueses conservadores se sentaron a la derecha y los burgueses progresistas se sentaron a la izquierda. Los dos conceptos, debe quedar claro, representan a las dos opciones de la burguesía en aquella época y nada tienen que ver con la lucha de clases o con la lucha obrera.

Por un lado la burguesía conservadora basaba sus postulados en el concepto de patria, estratificación de clases, trascendencia espiritual y costumbres.

Por el lado de la burguesía progresista, se habla de mundo internacional, una única clase social, materialismo y relativismo.

Estos dos movimientos burgueses crecen y conviven juntos tras la desaparición de las monarquías absolutistas y dan lugar a dos facciones de un mismo socialismo marxista: el fascismo y el comunismo. Ambos pugnan por el poder de una clase burguesa que ponga orden en la sociedad, y bajo este paraguas se acurrucaron todo tipo de personas de pensamiento totalitario "yo sé cómo hacerlo" que terminaron creyéndose reyes despóticos elegidos por el pueblo "pero sin el pueblo".


Si alguien se pregunta por el extraño hermanamiento que existe en las políticas de derechas e izquierdas en una aparente polémica cosmética, esta es la cuestión: La derecha y la izquierda son hijas de un mismo padre y fruto de una misma mentalidad totalitaria y absolutista. Allí donde han triunfado los modelos más extremos de estas ideologías, se ha implantado un mismo sistema: un sistema parlamentario sin representatividad y una política colectivista donde la población carece de alma y se convierte en una masa a gobernar, incluso en los aspectos más íntimos.


Dicho lo anterior: Feijoo, Ayuso y Abascal, son los representantes de esa ideología burguesa -que en nada se diferencia de la de Sánchez, Patxi e Iglesias- que por economía debemos llamar "falangismo", con esas pinceladas diferenciadoras de patria, espíritu, pero con esos trazos gruesos del colectivismo y la arrogancia despótica.


La solución colectivista no se diferencia entre derecha e izquierda porque ambos parten de la idea de crear un concepto sobrenatural de Estado que estaría por encima de cualquier ideología y de cualquier pretension particular, controlado por una iglesia política -parlamento fascista o comunista- y por su propia jerarquía eclesial -líderes fascistas o comunistas-.


Feijoo, Ayuso y Abascal arrastran neuronalmente, genéticamente, las semillas del falangismo. En cuanto al concepto de España como entidad sobrenatural y su indivisibilidad; en cuanto al intervencionismo estatal en todas las actividades humanas; en cuanto a la innecesaria representación de los ciudadanos a través de los programas electorales, la estabilidad presupuestaria o la representatividad de los políticos; en cuanto a la superioridad del estado frente al individuo y en cuanto a la superioridad del estado frente a la espiritualidad del ser humano.

Todo para el pueblo pero sin el pueblo.


Es por eso que no existe diferencia esencial entre la derecha y la izquierda española. Piensan igual, sienten igual y buscan lo mismo en una realidad fasciocomunista.

Y por si tuviésemos poco con la realidad de España, ahora nos toca aguantar la existencia sobrenatural de "Europa" y de el "Planeta".



 


¿Qué es la Falange?


Falange Española

Puntos iniciales (Madrid 7 de diciembre de 1933)

1. España

FALANGE ESPAÑOLA cree resueltamente en España.

España no es un territorio.

Ni un agregado de hombres y mujeres;

España es, ante todo, una unidad de destino;

Una realidad histórica;

Una entidad, verdadera en sí misma, que supo cumplir –y aún tendrá que cumplir– misiones universales.

*

Por lo tanto España existe:

1º Como algo distinto a cada uno de los individuos, y de las clases y de los grupos que la integran.

2º Como algo superior a cada uno de esos individuos, clases y grupos, y aún al conjunto de todos ellos.

*

Luego España, que existe como realidad distinta y superior, ha de tener sus fines propios.

Son esos fines:

1º La permanencia en su unidad.

2º El resurgimiento de su vitalidad interna.

3º La participación, con voz preeminente, en las empresas espirituales del mundo.

2. Disgregaciones de España

Para cumplir esos fines España tropieza con un gran obstáculo: está dividida;

1º Por los separatismos locales.

2º Por las pugnas entre los partidos políticos.

3º Por la lucha de clases.

*

El separatismo ignora u olvida la realidad de España. Desconoce que España es, sobre todo, una gran unidad de destino.

Los separatistas se fijan en si hablan lengua propia, en si tienen características raciales propias, en si su comarca presenta clima propio o especial fisonomía topográfica.

Pero –habrá que repetirlo siempre– una nación no es una lengua, ni una raza, ni un territorio. Es una unidad de destino en lo universal.

Esa unidad de destino se llamó y se llama España.

Bajo el signo de España cumplieron su destino –unidos en lo universal– los pueblos que la integran.

Nada puede justificar que esa magnífica unidad, creadora de un mundo, se rompa.

*

Los partidos políticos ignoran la unidad de España porque la miran desde el punto de vista de un interés parcial.

Unos están a la derecha.

Otros están a la izquierda.

Situarse así ante España es ya desfigurar su verdad.

Es como mirarla con sólo el ojo izquierdo o con sólo el ojo derecho: de reojo.

Las cosas bellas y claras no se miran así, sino con los dos ojos, sinceramente, de frente.

No desde un punto de vista parcial, de partido, que ya, por serlo, deforma lo que se mira.

Sino desde un punto de vista total, de Patria, que al abarcarla en su conjunto corrige nuestros defectos de visión.

*

La lucha de clases ignora la unidad de la Patria porque rompe la idea de la producción nacional como conjunto.

Los patronos se proponen, en estado de lucha, ganar más.

Los obreros, también.

Y, alternativamente, se tiranizan.

En las épocas de crisis de trabajo, los patronos abusan de los obreros.

En las épocas de sobra de trabajo, o cuando las organizaciones obreras son muy fuertes, los obreros abusan de los patronos.

Ni los obreros ni los patronos se dan cuenta de esta verdad: unos y otros son cooperadores en la obra conjunta de la producción nacional.

No pensando en la producción nacional, sino en el interés o en la ambición de cada clase, acaban por destruirse y arruinarse patronos y obreros.

3. Camino del remedio

Si las luchas y la decadencia nos vienen de que se ha perdido la idea permanente de España, el remedio estará en restaurar esa idea.

Hay que volver a concebir a España como realidad existente por sí misma;

Superior a las diferencias entre los pueblos;

Y a las pugnas entre los partidos;

Y a la lucha de clases.

Quien no pierda de vista esa afirmación de la realidad superior de España verá claros todos los problemas políticos.

4. El Estado

Algunos conciben al Estado como un simple mantenedor del orden; como un espectador de la vida nacional, que sólo toma parte en ella cuando el orden se perturba, pero que no cree resueltamente en ninguna idea determinada.

Otros aspiran a adueñarse del Estado para usarlo, incluso tiránicamente, como instrumento de los intereses de su grupo o de su clase.

FALANGE ESPAÑOLA no quiere ninguna de las dos cosas: ni el Estado indiferente, mero policía, ni el Estado de clase o grupo.

Quiere un Estado creyente en la realidad y en la misión superior de España;

Un Estado que, al servicio de esa idea, asigne a cada hombre, a cada clase y a cada grupo, sus tareas, sus derechos y sus sacrificios;

Un Estado de todos: es decir, que no se mueva sino por la consideración de esa idea permanente de España; nunca por sumisión al interés de una clase ni de un partido.

5. Supresión de los partidos políticos

Para que el Estado no pueda nunca ser de un partido, hay que acabar con los partidos políticos.

Los partidos políticos se producen como resultado de una organización política falsa: el régimen parlamentario.

En el Parlamento unos cuantos señores dicen representar a quienes los eligen. Pero la mayor parte de los electores no tienen nada común con los elegidos: ni son de las mismas familias, ni de los mismos municipios, ni del mismo gremio.

Unos pedacitos de papel depositados cada dos o tres años en unas urnas, son la única relación entre el pueblo y los que dicen representarle.

*

Para que funcione esa máquina electoral, cada dos o tres años hay que agitar la vida de los pueblos de un modo febril.

Los candidatos vociferan, se injurian, prometen cosas imposibles.

Los bandos se exaltan, se increpan, se asesinan.

Los más feroces odios son azuzados en esos días. Nacen rencores que durarán acaso para siempre y harán imposible la vida en los pueblos.

Pero a los candidatos triunfantes ¿qué les importan los pueblos?

Ellos se van a la capital a brillar, a salir en los periódicos y a gastar su tiempo en discutir cosas complicadas, que los pueblos no entienden.

*

¿Para qué necesitan los pueblos de esos intermediarios políticos?

¿Por qué cada hombre, para intervenir en la vida de su nación, ha de afiliarse a un partido político, o votar las candidaturas de un partido político?

Todos nacemos en una familia.

Todos vivimos en un municipio.

Todos trabajamos en un oficio o profesión. [7]

Pero nadie nace ni vive, naturalmente, en un partido político.

El partido político es una cosa artificial, que nos une a gentes de otros municipios y otros oficios, con los que no tenemos nada común, y nos separa de nuestros convecinos y de nuestros compañeros de trabajo, que es con quienes de veras convivimos.

*

Un Estado verdadero, como el que quiere FALANGE ESPAÑOLA, no estará asentado sobre la falsedad de los partidos políticos, ni sobre el Parlamento que ellos engendran.

Estará asentado sobre las auténticas realidades vitales:

La familia;

El Municipio;

El gremio o sindicato.

Así el nuevo Estado habrá de reconocer la integridad de la familia como unidad social; la autonomía del municipio como unidad territorial, y el sindicato, el gremio, la corporación, como bases auténticas de la organización total del Estado.

6. Superación de la lucha de clases

El nuevo Estado no se inhibirá cruelmente de la lucha por la vida que sostienen los hombres.

No dejará que cada clase se las arregle como pueda para librarse del yugo de la otra o para tiranizarla.

El nuevo Estado, por ser de todos, totalitario, considerará como fines propios los fines de cada uno de los grupos que lo integren, y velará, como por sí mismo, por los intereses de todos.

La riqueza tiene como primer destino mejorar las condiciones de vida de los más, no sacrificar a los más para lujo y regalo de los menos.

El trabajo es el mejor título de dignidad civil. Nada puede merecer más la atención al Estado que la dignidad y el bienestar de los trabajadores.

Así considerará como primera obligación suya, cueste lo que cueste, proporcionar a todo hombre trabajo que le asegure no sólo el sustento, sino una vida digna y humana.

Eso no lo dará como limosna, sino como cumplimiento de un deber.

*

Por consecuencia, ni las ganancias del capital –hoy, a menudo, injustas– ni las tareas del trabajo, estarán determinadas por el interés o por el poder de la clase que en cada momento prevalezca, sino por el interés conjunto de la producción nacional y por el poder del Estado.

Las clases no tendrán que organizarse en pie de guerra para su propia defensa, porque podrán estar seguras de que el Estado velará sin titubeo por todos sus intereses justos.

Pero sí tendrán que organizarse en pie de paz los sindicatos y los gremios, porque los sindicatos y los gremios, hoy alejados de la vida pública por la interposición artificial del Parlamento y de los partidos políticos, pasarán a ser órganos directos del Estado.

*

En resumen:

La actual situación de lucha considera a las clases como divididas en dos bandos, con diferentes y opuestos intereses.

El nuevo punto de vista considera a cuantos contribuyen a la producción como interesados en una misma gran empresa común.

7. El individuo

FALANGE ESPAÑOLA considera al hombre como conjunto de un cuerpo y un alma; es decir, como capaz de un destino eterno: como portador de valores eternos.

Así pues, el máximo respeto se tributa a la dignidad humana, a la integridad del hombre y a su libertad.

Pero esta libertad profunda no autoriza a tirotear los fundamentos de la convivencia pública.

No puede permitirse que todo un pueblo sirva de campo de experimentación a la osadía o a la extravagancia de cualquier sujeto.

Para todos la libertad verdadera, que sólo se logra por quien forma parte de una nación fuerte y libre.

Para nadie la libertad de perturbar, de envenenar, de azuzar las pasiones, de socavar los cimientos de toda duradera organización política.

Estos fundamentos son: la autoridad, la jerarquía y el orden.

*

Si la integridad física del individuo es siempre sagrada, no es suficiente para darle una participación en la vida pública nacional.

La condición política del individuo sólo se justifica en cuanto cumple una función dentro de la vida nacional.

Sólo estarán exentos de tal deber los impedidos.

Pero los parásitos, los zánganos, los que aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás, no merecerán la menor consideración del Estado nuevo.

8. Lo espiritual

FALANGE ESPAÑOLA no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos. No acepta la interpretación materialista de la Historia.

Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos.

*

Aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso.

Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá.

A esas preguntas no se puede contestar con evasivas: hay que contestar con la afirmación o con la negación.

España contestó siempre con la afirmación católica.

La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera, pero es además, históricamente, la española.

Por su sentido de catolicidad, de universalidad, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación.

*

Así, pues, toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico.

Esto no quiere decir que vayan a renacer las persecuciones contra quienes no lo sean. Los tiempos de las persecuciones religiosas han pasado.

Tampoco quiere decir que el Estado vaya a asumir directamente funciones religiosas que correspondan a la Iglesia;

Ni menos que vaya a tolerar intromisiones o maquinaciones de la Iglesia con daño posible para la dignidad del Estado o para la integridad nacional;

Quiere decir que el Estado nuevo se inspira en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos.

9. Conducta

Esto es lo que quiere FALANGE ESPAÑOLA.

Para conseguirlo llama a una cruzada a cuantos españoles quieran el resurgimiento de una España grande, libre, justa y genuina.

Los que lleguen a esta cruzada habrán de aprestar el espíritu para el servicio y para el sacrificio.

Habrán de considerar la vida como milicia: disciplina y peligro, abnegación y renuncia a toda vanidad, a la envidia, a la pereza y a la maledicencia;

Y al mismo tiempo servirán ese espíritu de una manera alegre y deportiva.

*

La violencia puede ser lícita cuando se emplea por un ideal que la justifique;

La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o por la insidia– se las ataque.

Pero FALANGE ESPAÑOLA nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.

Mienten quienes anuncian, por ejemplo, a los obreros, una tiranía fascista;

Todo lo que es haz, o falange, es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.

FALANGE ESPAÑOLA, encendida por un amor, segura en una fe, sabrá conquistar a España para España, con aire de milicia.

FALANGE ESPAÑOLA

NO ES una organización para agredir.

NO ES un movimiento de reacción disfrazado.

NO ES instrumento de nadie.


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