Del sentimiento trágico de la vida
Lo propio y característico de la abogacía, en efecto, es poner la lógica al servicio
de una tesis que hay que defender, mientras el método, rigurosamente científico, parte de los hechos, de los datos que la realidad nos ofrece para llegar o no llegar a la conclusión.
Lo importante es plantear bien el problema, y de aquí que el progreso consiste, no pocas veces, en deshacer lo hecho.
La abogacía supone siempre una petición de principios, y sus argumentos todos son ad probandum.
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Es la abogacía, o lo que es igual, la teología, la que enseña a desconfiar de la razón, y no la verdadera ciencia, la ciencia investigativa, escéptica en el sentido primitivo y directo de este término, que no camina a una solución ya prevista ni procede sino a enseñar una hipótesis.
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Tomad la Summa Theologica, de santo Tomás, el clásico monumento de la teología -esto es, de la abogacía- católica, y abridla por dondequiera.
Lo primero la tesis: utrum... si tal cosa es así o de otro modo; en seguida las objeciones: sed
contra est... o respondeo dicendum...
Pura abogacía. Y en el fondo de una gran parte, acaso de la mayoría de sus argumentos hallaréis una falacia lógica que puede expresarse more scholastico con este silogismo: Yo no comprendo este hecho sino dándole esta explicación; es así que tengo que comprenderlo, luego esta tiene que ser su explicación.
O me quedo sin comprenderlo.
La verdadera ciencia enseña, ante todo, a dudar y a ignorar; la abogacía ni duda ni cree que ignora. Necesita de una solución.
Pues sí, yo también opino, que lo principal siempre es el planteamiento, si está bien planteado en lo inicial y en la dirección correcta, se podrá llegar a un resultado correcto, por el contrario, si partes de planteamientos incorrectos, por mucho que hagas logaritmos neperianos y encaje de bolillo no llegarás nunca a un resultado correcto, menos si quieres justificar unas premisas xq partes del resultado al que quieres llegar y eso ya es vicio, trampa y todo malo..