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Foto del escritorLuis de Miguel Ortega

Ortega y Gasset (1)


La rebelión de las masas

Cualquiera puede darse cuenta de que en Europa, desde hace años, han empezado a pasar “cosas raras”.

Por dar algún ejemplo concreto de estas cosas raras, nombraré ciertos movimientos políticos, como el sindicalismo y el fascismo.

No se diga que parecen raros simplemente porque son nuevos.

El entusiasmo por la innovación es de tal modo ingénito en el europeo, que lo ha llevado a producir la historia más inquieta de cuantas se conocen.

No se atribuya, pues, lo que estos nuevos hechos tienen de raro a lo que tienen de nuevo, sino a la extrañísima vitola de estas novedades.

Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones.

He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón.

Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello.

En su conducta política se revela la estructura del alma nueva de la manera más cruda y contundente; pero la clave está en el hermetismo intelectual.

El hombre medio se encuentra con “ideas” dentro de sí, pero carece de la función de idear. Ni sospecha siquiera cuál es el elemento utilísimo en que las ideas viven.

Quiere opinar.

De aquí que sus “ideas” no sean efectivamente sino apetitos con palabras, como las romanzas musicales.


.../...


La misión del llamado "intelectual" es, en cierto modo, opuesta a ladel político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban.

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infÌnitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la "realidad" del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías.

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