
TRADUCCIÓN PROPIA DEL LIBRO ENTERO
En 2010, el Centro para la Ética Edmond J. Safra de Harvard, lanzó un “laboratorio”
para estudiar la “corrupción institucional”. Nuestro interés no era centrarnos en mala
gente haciendo malas cosas. En su lugar, la corrupción en la que estamos interesados era más ordinario o corriente.
Era el producto de una serie de influencias, dentro de economías de influencia, que debilitaban la efectividad de las instituciones particulares, especialmente debilitando la confianza pública.
Diseñé esta concepción de corrupción a través de mis propias reflexiones sobre las
disfuncionalidad del Congreso. El Congreso no está compuesto por criminales. Parece
bastante claro que la institución ha permitido ser influída por quienes financian las
campañas, debilitando su eficacia y ciertamente, debilitando la confianza del público.
Mi propio trabajo se ha desarrollado en el análisis del Congreso como ejemplo de
“corrupción institucional”. De hecho, en mi opinión, el ejemplo fue paradigmático.
Pero desde el principio de esta investigación, la profesora Lisa Cosgrove, describe
una dinámica similar dentro del campo de la psiquiatría. Como explicó en
presentaciones y en escritos, la psiquiatría se había dejado afectar por una influencia
que había corrompido el núcleo de su misión de ayudar a los pacientes.
La dinámica de esta corrupción, era diferente que la dinámica de la corrupción del
Congreso. Pero como ella creía, la historia podría entenderse en términos similares.
La especialidad médica había sido vulnerable, ella describió, a la influencia comercial
de compañías farmacéuticas. Y la historia de esta influencia, argumentó, podría ser
otro caso paradigmático de “corrupción institucional”.
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